Todos tenemos derecho a participar libremente en la vida cultural de la comunidad, a disfrutar de las artes y a compartir el progreso científico y sus beneficios».
Que algo sea un derecho no quiere decir que sea una realidad. Si has leído la frase con una mueca, no pasa nada. Es normal. Significa que sabes que es verdad, aunque preferirías que no lo fuese. Existen muchos motivos por los que disfrutar al máximo de las artes es algo imposible. Trabajas muchas horas o varios turnos, lo que te impide asistir a los espectáculos y exposiciones que deseas. No tienes presupuesto para viajar y visitar una galería o un museo con tu familia. O, quizá, la experiencia te dicta que existen multitud de barreras que te impiden disfrutar del arte que te gusta porque tienes algún tipo de discapacidad. Para muchas personas es una combinación de las tres.
Según una estimación de la Organización Mundial de la Salud, el 16 % de la población mundial sufre una discapacidad significativa, lo que equivale a 1300 millones de personas. Por eso, sería lógico pensar que ya se han puesto en marcha medidas para que la «vida cultural de la comunidad» esté al alcance de las personas con discapacidad. No obstante, sigue siendo una tarea pendiente por muchas razones. Algunas son cuestiones prácticas. Otras, financieras. En otros casos se debe solo a la falta de educación. Todos estos motivos son muy frustrantes para las personas que quieren disfrutar de su arte favorito y no pueden hacerlo por causas ajenas.
Y, por supuesto, el acceso al arte se divide en dos: el espacio donde se muestra y el propio arte. Para el artista social Dan Thompson, ser consciente de esto es fundamental para crear una accesibilidad real. «Debería retarse a los artistas», afirma. «Necesitamos una cultura, sobre todo en las organizaciones financiadas públicamente, que permita a los artistas exponer sus obras, siempre que cumplan determinados estándares». Esto significa que las obras de arte deberían cumplir ciertos estándares de accesibilidad. Debería existir una manera y un medio razonable que permita a los visitantes con discapacidad interactuar con ellas. Por ejemplo, piezas de instalación a las que se puede acceder mediante escalones o túneles. U obras con iluminación brillante o que emiten ruidos fuertes repentinos. Para Dan, no basta con avisar a los visitantes de que se acercan a este tipo de obras de arte.
Como miembro del Turner Contemporary Access Group, Dan forma parte de un equipo que asesora a los comisarios y directivos de la famosa galería Turner Contemporary de Margate (Reino Unido). «Somos un grupo de personas muy honestas y sinceras con muchas necesidades de acceso diferentes», explica. «Turner nos da permiso para ofrecer sugerencias en las primeras etapas. Vemos las exposiciones en forma de modelo o en CAD (diseño asistido por ordenador) meses antes de que se monten, en un momento en el que todavía podemos marcar la diferencia». Reconoce que no todas las obras de arte pueden ser completamente accesibles («uno de los miembros del grupo es sordo y a veces dice: "es una obra sonora, claro que no puedo escucharla. No pasa nada"»). No obstante, al tener a mano a este grupo de acceso en las primeras etapas, es posible satisfacer las necesidades de todos los visitantes y ofrece información a los artistas y comisarios sobre qué se necesita para que las exposiciones sean accesibles. «Suelen ser cosas bastante sencillas», comenta. «Si se va a mostrar una película en una pantalla, por ejemplo, debe haber iluminación en el suelo para poder ver el camino, y es necesario asegurarse de que el sonido no viaja de una galería a otra. Algo que siempre pedimos son asientos con respaldo en lugar de los bancos que suelen verse en las galerías».
Por supuesto, Turner Contemporary es también un edificio moderno que se construyó para cumplir con los requisitos legales de accesibilidad, con acceso sin escalones y ascensores incorporados de serie. Al igual que la gran mayoría de las instituciones, también ofrece un conjunto de opciones de accesibilidad para usuarios en silla de ruedas y visitantes que requieren apoyo auditivo, visual y sensorial. Y, además de rampas, ascensores, bucles de inducción y visitas silenciosas, ¿qué más pueden hacer las galerías para reconocer las barreras que encuentran las personas con discapacidad para acceder al arte? Actualmente, las modificaciones suelen basarse en el modelo médico, que clasifica a las personas con discapacidad en función de sus problemas o diferencias, y los «ajustes» se incorporan en los espacios existentes. En el futuro, debería tenerse en cuenta el modelo social, donde se eliminan las barreras en lugar de incorporar soluciones a posteriori. Piensa, por ejemplo, en el número de veces que has visto una señal de advertencia sobre luces parpadeantes. ¿Era realmente necesario que esas luces estuviesen ahí?
Paso la mayor parte del tiempo en casa y, recientemente, un grupo de artistas con autismo y dificultades de aprendizaje celebraron una exposición en Oxford que también retransmitieron online a través de Zoom. Me pareció muy accesible».
Este enfoque requiere una nueva forma de pensar, que Ross Hopcraft ha incorporado orgánicamente a su práctica a través de su trabajo. Actualmente ocupa el cargo de director creativo del gigante de RR. PP. Hill+Knowlton y se especializa en la creación de experiencias, tras veinte años dedicados a esta labor en el sector público. Como resultado, a Ross le resulta difícil no intentar maximizar cualquier oportunidad para construir una narrativa que puedan seguir los usuarios. Como era de esperar, esto se traduce en una experiencia más accesible. «En muchos proyectos he colaborado estrechamente con un arquitecto para narrar una historia en un espacio tridimensional, pero siempre con la accesibilidad en el punto de mira», afirma. «No se trata únicamente de instalar una rampa y unas escaleras. Es necesario considerar por qué no se puede tener una rampa en lugar de unas escaleras. Después, debes centrarte en hacer que la experiencia sea lo más interesante posible para todos. Se pueden introducir olores, sonidos, texturas (calientes y frías) y distintos elementos en el espectáculo para que la experiencia sea más completa para todos. El camino hacia la equidad en un espacio debería ser invisible y útil para todos».
No obstante, añade que los requisitos de la exposición pueden ser muy diferentes en el sector privado, donde, por lo general, deben cumplir un objetivo único en un plazo muy limitado. «Me atrevería a decir que su prioridad es dar a conocer su mensaje. Me encantaría saber si las organizaciones para personas con discapacidad han notado unos estándares distintos entre las experiencias de marca comercial y las que ofrecen las instituciones culturales». Lamentablemente, las estructuras temporales, aunque por ley deben ser accesibles, no suelen estar sujetas al mismo nivel de escrutinio ni a los mismos estándares que las de los edificios permanentes, por lo que las experiencias del tipo «disfrútalas antes de que sea demasiado tarde» potencialmente marginalizan a un gran número de personas con discapacidad.
Obviamente, poder seleccionar tu espacio o crearlo de cero ya es en sí un privilegio. Pero, ¿qué sucede cuando la institución ya está profundamente arraigada en el tejido cultural de un país? El mundialmente famoso Mauritshuis de los Países Bajos recibe la visita de aproximadamente medio millón de amantes del arte cada año y desarrolla de forma continua sólidos programas y proyectos centrados en la accesibilidad. El equipo es muy consciente de las limitaciones de su edificio del siglo XVII y se enfrenta a diario a los retos de mantener la accesibilidad en una estructura histórica. «Hacemos todo lo posible», explica Walther van den Heuvel, responsable de educación y programación. «Lamentablemente, existen numerosos obstáculos en un edificio tan antiguo. Buscamos nuevas soluciones continuamente».
Por eso, la galería pone sillas de ruedas alternativas a disposición de aquellos visitantes cuyas sillas son demasiado anchas para acceder a determinadas partes del edificio. Sus guías también están altamente cualificados para apoyar las necesidades de una amplia gama de visitantes. «Algunos cuentan con formación para guiar a amantes del arte neurodivergentes que podrían experimentar problemas de procesamiento sensorial y sentirse abrumados», explica Walther. «Contamos también con un programa diseñado específicamente para personas con Alzheimer, y colaboramos con hogares de atención para traer a sus residentes al Mauritshuis». Algunos guías tienen también la oportunidad de aprender el lenguaje de signos como estándar y, por supuesto, el museo es muy conocido por crear increíbles réplicas táctiles de los antiguos maestros de la pintura con la tecnología de impresión elevada de Canon. Desde que se puso en marcha esta iniciativa, miles de personas han tenido la oportunidad de tocar cuadros de fama mundial, como el Retrato de un hombre mayor de Rembrandt, El jilguero de Carel Fabritius y, más recientemente, la impresionante Joven de la perla de Vermeer.
Puedo acceder físicamente a las galerías y me encanta visitarlas, ya que suelen ser espacios tranquilos e inspiradores con iluminación suave. Hace poco, sin embargo, asistí a una exposición contemporánea en la que una obra consistía únicamente en luz blanca brillante y me causó daño físico. No había ningún tipo de advertencia que me hubiese ayudado a evitar ese momento de angustia sensorial».
Pero ser recibido en un edificio como visitante con discapacidad es solo la mitad de la historia. Incluso si el espacio es verdaderamente accesible en un sentido físico, lo más probable es que no sea equitativo si no hay obras de personas con discapacidad dentro. La representación importa e introducir rutinariamente el trabajo de artistas con discapacidad en la sala es fundamental si queremos que exista la equidad en la vida cultural.
No obstante, un informe reciente de Disability Arts International señaló que solo el 28 % de los recintos y festivales de arte encuestados presentan o apoyan regularmente el trabajo de artistas con discapacidad, y una proporción significativa de ellos no exponen ninguna obra de estos artistas. Esto sucede incluso cuando sus públicos incluyen claramente personas con discapacidad. De hecho, la representación es tan baja en todo el mundo que la adquisición por parte del Museum of Modern Art de San Francisco de más de 100 obras de artistas con discapacidad el año pasado se convirtió en un evento de interés periodístico.
Desde una perspectiva ligeramente diferente, ¿no muestra las verdaderas prioridades de una institución el hecho de que esta también incluya obras de personas con discapacidad? Desde las oficinas de venta de entradas y recepciones, a las funciones de programación y conservación, entre otras, que mantienen el negocio de los establecimientos de arte en marcha. Estos lugares ocupan un puesto de vanguardia en la eliminación de las barreras que restringen la independencia, la elección y el control de las personas con discapacidad. Y, como empleados, estas son las personas que siguen impulsando el cambio desde dentro.
Es 2024. Vivimos en el mundo de la información. Las instituciones y organizaciones pueden acceder fácilmente a recursos y orientación. Además, se puede contactar con personas con discapacidad y debería consultarse con ellas, además de contratarlas, representarlas y escucharlas. El Turner Contemporary Access Group informa a la dirección de conservación de las exposiciones, y el Mauritshuis imparte formación especializada a sus guías. Así es como empieza la adopción del modelo social de discapacidad en cualquier entorno. Continúa con cambios en la actitud, las políticas y las prácticas, el uso inflexible del diseño universal y los principios que Ross lleva aplicando a su práctica como diseñador durante una década. Se debe cuestionar cada aspecto para evaluar si un espacio funciona para todos desde el momento de su creación. «Cuando algo funciona, no debería notarse», afirma.
El objetivo es que todos los visitantes se centren en el arte. La experiencia de la expresión de otra persona. Nos conecta con nuestra cultura, despierta nuevas ideas, nos desafía, nos educa y amplía nuestras perspectivas. A través del arte aprendemos a pensar de forma crítica y a fomentar la empatía. Y, sobre todo, tiene la capacidad de hacernos sentir de maneras casi únicas. En resumen: nuestro arte es lo que nos hace humanos. Por eso, el arte que experimentamos debería incluir a todo tipo de personas y este es un derecho por el que merece la pena luchar.
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