«Siempre recuerdo lo sorprendida que me sentí cuando vi toda mi casa metida en un contenedor lista para embarcar».
Curioso, ¿verdad?, las cosas que se quedan grabadas. Se suele decir que cuando se producen grandes cambios en la vida, recordamos las pequeñas cosas con claridad. Sobre todo cuando pasa el tiempo y empezamos a celebrar acontecimientos y aniversarios, que es lo que está haciendo Katie Simmonds en estos momentos. Katie es responsable de programas educativos en Canon Central & North Africa, pero por su cargo nunca adivinarías cómo ha cambiado su vida en los últimos diez años.
En Canon, homenajeamos a los agentes del cambio inspiradores: personas que trabajan duro para marcar la diferencia en el mundo. De vez en cuando, es importante poner el foco en nosotros mismos y buscar a personas que, con pasión y convicción, dan un vuelco a sus propias vidas para crear oportunidades para los demás. Katie es una de esas personas.
Hoy, cuando hablas con ella, su acento tiene los matices característicos de un ciudadano del mundo. Cambia fácilmente de pistas que delatan sus raíces británicas a inflexiones sutiles adquiridas en su paso por docenas de países africanos desde 2014. Porque Katie forma parte del equipo fundador de nuestro programa Miraisha, que ha formado a más de 7000 personas en sus 10 años de existencia, ayudándolas a desarrollar sus capacidades y su creatividad, y a conseguir empleo o a fundar sus propias empresas.
Como cabría esperar de alguien que ha dedicado toda su carrera a ayudar a otros a que aprendan a narrar sus historias, Katie es una fotógrafa de éxito por derecho propio. No obstante, aprovechó la oportunidad de trabajar en nuestra sede europea del oeste de Londres, donde se ocupó del programa de embajadores. Fue un puesto que le permitió conocer a muchos de los fotógrafos y cineastas más admirados y respetados del mundo, que no solo creaban trabajos increíbles, sino que a menudo enseñaban a otros a hacer lo mismo. A su vez, la reputación de Canon crecía en África. «Y de ahí surgió la idea del primer taller», recuerda Katie. «Porque pensábamos mucho en la formación y en ayudar a las comunidades, y los países de África tienen muchas historias que contar. Sin embargo, había muy pocos africanos que contaran las suyas».
Estos primeros talleres en Kenia fueron las semillas del programa Miraisha que gestionamos hoy. Pero también prendieron la llama en Katie, que tras aceptar un traslado de seis meses con Canon Central & North Africa para seguir más de cerca el programa, se vio inmersa rápidamente en la consecución de objetivos. Y esto significaba viajar, establecer relaciones, aprender sobre las industrias creativas de África y, en general, recoger el guante de Miraisha y dar el siguiente paso. «Soy una persona a la que le gusta hablar y descubrir cosas», sonríe Katie. «Solo tenía curiosidad y me interesaba el sector, y todo el mundo es muy amable en África y estaba encantado de relacionarse conmigo. Así que conocí a mucha gente».
Pero acababa de comprar su primera casa en Londres y estaba en proceso de amueblarla cuando se organizaron todos los preparativos para que se trasladara a su sede temporal en Dubái. «Creo que mi sofá llegó menos de un mes antes de mi partida. Así que me pude sentar en él tres semanas», ríe. Porque seis meses se convirtieron en tres años. «Y durante ese tiempo, estuve viajando entre Dubái, Londres y cualquier lugar de África al que tuviera que ir». Así que Katie dio el gran paso de dejar Reino Unido y convertir Dubái en su hogar a tiempo completo. Vendió la casa en la que apenas había vivido, además de gran parte de sus muebles, y lo organizó para que el resto se le enviara a su nuevo país. Allí sus pertenencias permanecieron una semana en un contenedor en el puerto, porque estaba en África y no podía reclamar sus posesiones, lo que le demuestra claramente todo lo que se necesita saber sobre las prioridades de Katie. «¡Y por fin me pude sentar en mi nuevo sofá!»
Una de las mayores diferencias, y de las más celebradas para Katie, desde el principio, fue el sentimiento de comunidad que sentía allá donde iba. «Cuando se hacen negocios en los países africanos, a menudo se plantea la cuestión de "¿qué va a aportar todo esto a nuestra comunidad?"», explica. Y mientras que las organizaciones que buscan tener impacto social son algo relativamente reciente en Europa, en África es una práctica consolidada desde hace muchos años. Así que, al trasladar a las comunidades el tipo de programas educativos bien planteados que permiten fomentar carreras profesionales y alzar las voces africanas, Katie se encontró con una acogida cálida y amable que la colmó de alegría y avivó la pasión que ya sentía por el programa. «A mí me importa la gente y su trayectoria. Quiero ver a los alumnos triunfar porque recuerdo mis comienzos y siento que hay tantas oportunidades para estos jóvenes, tantos cofres del tesoro que pueden abrir».
Puede parecer una forma inusual de percibir las carreras profesionales de los jóvenes, pero este es un momento de oro para las industrias creativas de África. Por todo el continente están experimentando un crecimiento sin precedentes, y África está cada vez más representada en la escena mundial a través de las artes. Se cuentan historias con autenticidad y se celebra la identidad africana. Así pues, la generación de alumnos que ha participado en Miraisha durante la última década ha estado en el lugar adecuado en el momento adecuado para las innumerables posibilidades disponibles para los jóvenes creativos africanos. «A mis alumnos les digo que de donde vengo yo sería un pez pequeño en un estanque grande, porque allí el mercado está sobresaturado. Pero aquí, veo que todos ellos podrían ser peces grandes», afirma Katie. «¡Las oportunidades están ahí y es muy emocionante! Quiero que estos estudiantes con talento sepan que tienen todo un mundo por delante».
Todo lo anterior hace que abandonar el hogar para irte a vivir al otro lado del mundo y hacer un trabajo que nunca antes has hecho en muchos países nuevos pueda parecer pan comido, ¿verdad? Por supuesto, Katie se ha enfrentado a una gran cantidad de retos, y lo más perturbador: las dudas. «Para ser sincera», admite, «hubo momentos y situaciones en las que decía: Dios mío, ¿qué estoy haciendo? No puedo hacerlo. Pero la vida es demasiado corta. He dudado de mí misma y me he sentido culpable por estar tan lejos de mi familia. Y aunque no siempre el camino ha sido fácil, me apoyan en todo momento y se sienten orgullosos de mí».
El ejercicio de reflexionar sobre la última década ha sido una especie de segunda sorpresa para Katie, porque mientras viajaba, enseñaba, desarrollaba Miraisha y experimentaba África en toda su complejidad, belleza e imprevisibilidad, vivía al 100 % el momento. «No tenía por qué pensar en lo que estaba construyendo porque estaba más centrada en lo que hacía». Pero lo construyó. Hasta el punto de que cuando conoces a sus antiguos alumnos –muchos de los cuales han llegado a ser fotógrafos y cineastas de éxito– se refieren a ella cariñosamente como «Mamá Miraisha» y hablan de ella como si fuera de la familia. Se mantienen en contacto todo lo que una vida creativa a un ritmo vertiginoso lo permite y, es cierto que, al ver a los alumnos convertirse en adultos y aceptar trabajos de prestigio o crear sus propias empresas, Katie se siente como una madre orgullosa.
¿Y en cuanto a la vida en Canon Central & North Africa? Bueno, por supuesto, Miraisha ha sido un gran éxito, pero ahora también forma parte de una familia más amplia. «Actualmente ofrecemos seis programas educativos diferentes en nuestro territorio», explica. «Así que cada día es completamente distinto. En un minuto me puedo estar reuniendo con alguien en Nigeria para poner en marcha un programa Miraisha en un asentamiento precario. Puedo estar hablando con alguien de Egipto sobre casos de estudio de nuestro programa Print Hub. Puedo estar viajando para reunirme con otras partes interesadas o para supervisar nuestro evento promocional en vídeo de Canon Academy».
Y aunque está asentada en Dubái, y sus raíces están en Reino Unido, su corazón le pertenece a África. Al dar el gran salto de su puesto en su cuna natal al enorme reto del programa Miraisha, ha asumido su valentía y ha valido la pena. «Me encanta, porque cada día en África es impredecible», ríe. «Te puedes encontrar un león en medio de la carretera al ir a trabajar, porque eso ya me ha pasado, o que ves que vas a perder un vuelo porque hay mucho tráfico, y tienes que dejar el taxi y subirte a la parte de atrás de una moto con la maleta a cuestas. Son ese tipo de cosas locas las que me hacen sentirme libre, muy libre. Me siento como si volara cuando estoy en África».
Este año celebramos el 10.º aniversario del programa Miraisha. Es solo una de las muchas formas en que capacitamos a los jóvenes y les ayudamos a mirar al futuro y a encontrar su propia voz. Más información sobre estas y otras formas en las que apoyamos a las comunidades locales.
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