En el momento de redactar este artículo, al buscar online «Goma, República Democrática del Congo», los resultados son desoladores. Es uno de los lugares más pobres del planeta, una región marcada por la inestabilidad política, la guerra, los conflictos, los desastres naturales y las enfermedades. Sin embargo, más de 600 000 personas consideran Goma su hogar, y una proporción significativa de ellas son niños.
Como es de esperar, la educación aquí es difícil de conseguir, lo que limita seriamente las oportunidades de vida de los jóvenes. La alfabetización informática es prácticamente nula, al igual que el tipo de habilidades profesionales que despiertan el espíritu empresarial y desarrollan la ambición. Esto llevó a los neoyorquinos Sam y Jack Powers a CAMME RDC, una organización comunitaria de Goma que existe para «ayudar a los jóvenes del Congo a vivir un futuro libre de explotación, maximizar su potencial y ayudarse a sí mismos». Sam nos narra la historia:
«Nuestra difunta madre era una conocida distribuidora fotográfica y, en sus últimos días, quería hacer algo por la comunidad e invitó a muchos estudiantes a su galería. Después de su fallecimiento, Jack y yo comenzamos a pensar en cómo podríamos utilizar nuestra experiencia en el desarrollo de la juventud para coger un poco de lo que nuestra madre había cultivado y llevarlo al resto del mundo».
«Estaba estudiando Relaciones Internacionales y me puse en contacto con algunas organizaciones en Irak, Jordania y África. Una del Congo respondió y nos invitó a hacer un taller de diez días. Fue genial, pero no queríamos hacer algo y luego marcharnos. Así que creamos una organización sin ánimo de lucro y recaudamos los fondos suficientes para construir nuestra primera escuela con nuestro socio en Goma».
Y así nació el proyecto Lens on Life, en colaboración con CAMME RDC y profesores del país, para ofrecer educación en fotografía e informática en una región en la que pocas personas habían tocado una cámara o un ordenador. «Hay una demanda altísima: la mayoría de los niños tienen que abandonar la escuela porque no pueden permitírselo», explica Sam. «Como podemos hacerlo gratis, suele haber cola fuera de la puerta». Sin embargo, las plazas son limitadas y el procedimiento de admisión es similar al de las universidades. Pero, en lugar de centrarse en el logro educativo, la responsabilidad está en los antecedentes, el impulso y la determinación.
Los estudiantes aprenden en ciclos de tres meses. «Se les da una cámara para apuntar y disparar», explica Sam. «Y se empieza con la idea de lo que es ser fotógrafo. Qué se siente al ver el mundo a través de una lente». Esta parte del plan de estudios se centra menos en la tecnología y más en componer una foto y acercarse a las personas de la calle para fotografiarlas («lo que resulta un poco más difícil en un lugar como Goma que, por ejemplo, en Nueva York»). Los estudiantes también piensan en el desarrollo profesional, el papel del fotógrafo en el mundo y qué implicaciones tiene de cara al futuro si continúan.
«La segunda parte es lo que hemos estado haciendo con el Young People Programme de Canon. Los estudiantes conocen su cámara réflex digital de forma más íntima, al igual que aprenden a usar Photoshop y a elaborar una cartera. Luego salen al terreno y se critica su trabajo». Se espera que los estudiantes justifiquen de forma sólida cada imagen y el proyecto en general. Por ejemplo, a uno le interesaba el hecho de que los ancianos de la región sigan trabajando por la falta de cualquier tipo de apoyo estatal y «defendió su cartera» ante una junta de revisión formada por profesores, socios y los propios hermanos.
De repente, tienes una cámara y alguien que te enseña. Tienes un conjunto de habilidades que puedes utilizar. Y, entonces, empiezas a ganar dinero con ellas. Le cambia la vida a una persona».
Por supuesto, nada de esto es particularmente innovador cuando se ve desde una perspectiva occidental, pero Sam no puede hacer suficiente hincapié en que esto no se parece en nada al tipo de entorno escolar con el que la mayoría de los lectores estarán familiarizados. «El desempleo y la falta de recursos me marcaron. Hay un sentimiento de desesperanza muy arraigado: los estudiantes tienen que abandonar sus estudios simplemente porque no tienen suficiente dinero», explica. «Así que el nivel de atención que recibimos en nuestra primera clase fue diferente. Los estudiantes participaban porque sentían que esto podía ser una salida».
Unos años después, Sam y Jack están viendo el impacto y a menudo reciben mensajes diciendo: «Ahora tengo un negocio» o «¡Me han contratado!». «Míralo de esta forma», dice Sam. «Tienes de 16 a 25 años, abandonaste la escuela cuando tenías diez porque tus padres no podían permitirse que pasaras al siguiente curso. O tus padres están muertos. O has huido de un conflicto. De repente, tienes una cámara y alguien que te enseña. Tienes un conjunto de habilidades que puedes utilizar. Y, entonces, empiezas a ganar dinero con ellas. Le cambia la vida a una persona».
Las habilidades vocacionales, la alfabetización informática y la experiencia laboral son las partes clave de su programa en Goma (Lens on Life y CAMME RDC ahora pueden hacer que los estudiantes participen en prácticas con ONG), pero Sam también está orgulloso del «espacio seguro» que han creado los profesores y los socios. «Cada vez que vuelvo, me doy cuenta de lo importante que es el aula. Se ha convertido en un núcleo de la comunidad para tratar temas a través de la fotografía. La violencia doméstica, por ejemplo. Las niñas sienten que pueden traer imágenes al aula que dirijan la atención al problema». Es un lugar donde se pueden producir debates abiertos. «Se puede tratar cualquier tema: hambre, enfermedad, saneamiento, violencia doméstica, guerra, conflictos, volcanes, terremotos... No en todas partes las personas pueden entrar en una habitación a una edad temprana y sentirse seguras para plantear estas cuestiones. Lo que hemos creado con nuestro socio es una forma de hacerlo realidad».
Descubre más información sobre el Canon Young People Programme.
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