Dicho esto, jamás censuran ninguna pregunta por el entorno cultural, por controvertidos que sean los temas. «Cuando llegamos a un país», relata Anastasia, «la o el intérprete o intermediario suele decir algo como "Esto... en nuestro país no hablamos de esas cosas", a lo que respondemos: "Cierto...". Durante la entrevista, haces las preguntas igualmente, a lo que te replican: "No, me temo que no puedo traducir eso", pero tú insistes. Por supuesto, hay mujeres que se sienten un poco extrañadas o atónitas, pero no hacemos excepciones, y nunca me ha pasado que una mujer se cerrara en banda. Te das cuenta de que son temas de los que nunca se habla, pero una vez que empiezan tienen mucho que contar».
No obstante, las cosas no siempre van como la seda... «Recuerdo a una mujer que estaba muy emocionada por que la entrevistáramos, pero que no pudo», cuenta Marion Gaborit, que trabajó como entrevistadora y cineasta en Bélgica, Rumanía, Francia y Filipinas. «Jamás llegó a responder a mis preguntas. Le pregunté por su divorcio y se puso a hablar sobre el nacimiento de su hija. Me rendí a los 45 minutos».
A veces, las mujeres deciden que no quieren que usemos sus entrevistas, decisión que siempre respetamos. «Una mujer me contó unas historias fascinantes», recuerda Saskia. «Relataba que cuando se quedó embarazada por décima vez, se puso de parto mientras jugaba a las cartas. Entonces, le dijo al bebé: "¡Relájate, que tengo que terminar la partida!". Una semana después, me dijo: "Lo siento, pero no quiero que uséis mi entrevista", así que no lo hicimos».