Cuando llega el momento, Tom no piensa en si la cámara funcionará o no; su mente solo gira en torno a ser capaz de fotografiar el momento clave. «Una de las noches más memorables de mi carrera fue en noviembre de 2003 en Sídney, Australia», explica. «Se celebraba la final de la Copa del Mundo de Rugby 2003, Inglaterra contra Australia. Nunca había visto a Inglaterra alzarse con un gran título, ya fuera en críquet, fútbol, rugby…».
«El partido fue muy reñido y desembocó en la prórroga. Y allí estaba yo, corriendo arriba y abajo por la línea de banda para fotografiarlo todo. Cuando llegó el tiempo añadido, estaba totalmente rendido. Estaba diluviando y yo sudaba a mares, pero estaba convencido de que todo acabaría decidiéndose con un único tiro».
«Y entonces la pelota cayó en manos de Jonny Wilkinson. Por algún motivo que todavía no alcanzo a comprender, se giró y chutó con la derecha, su pierna mala. La pelota se alzó hacia el cielo, pasó entre los postes e Inglaterra ganó la Copa del Mundo. Fue una sensación increíble».
«Todos los jugadores estaban de celebración cerca de la copa, pero yo tenía claro que la historia era Jonny Wilkinson. Es una persona muy introvertida, y fue el único jugador de toda la selección inglesa que no se acercó a la copa».
«Así que me puse a pensar en cómo podría ilustrar esa situación, y entonces le vi dirigiéndose a los vestuarios. Esa noche, fue el primero en abandonar el terreno de juego. Vi a todos los aficionados arremolinados en torno al túnel de vestuarios, alargando los brazos para felicitarle. Me apresuré a seguirle con un objetivo gran angular y conseguí una imagen mientras entraba en el túnel antes de que el jefe de prensa me cortara el paso y me dijera: 'Ya está'».
«Pero no necesitaba más que una imagen: la que contaba la historia. Lo supe en el instante en que la tomé».