«Conocí a Nino cuando todavía podía andar, hace unos diez años, en un evento en el que unos patinadores competían en una pista de bobsleigh», cuenta Vidic. «Nino era uno de los competidores, le encantaban los deportes extremos». Un tiempo después, Nino estaba jugando al fútbol con amigos junto a un lago, al que fue a parar el balón. Se lanzó para cogerlo y sufrió un accidente casi mortal en el que se golpeó con un árbol sumergido que le dejó en silla de ruedas y le alejó para siempre de los deportes que tanto amaba.
Cuando Vidic decidió que quería capturar a un ciclista de montaña con una cámara fijada al bastidor, Nino fue a la primera persona a la que llamó. «Antes incluso de explicarle lo que estaba planeando me dijo: 'Sí, hagámoslo'», recuerda Vidic. Para Nino, fue una oportunidad para volver a sentir el tipo de experiencia física que le apasionaba pero que le había sido imposible conseguir desde su accidente».
El primer obstáculo era adaptar una bici en la que Nino pudiera montar. Unos amigos que poseían una tienda de bicis echaron una mano para fijar los ruedines que Vidic había pedido desde el Reino Unido y cambiar el sillín y el manillar por otros más amplios.