«Bajo el agua, todo es más complicado», dice. «El enfoque, poder usar el visor, activar el disparo del obturador y la configuración de la luz, incluso el hecho de que estés en constante movimiento. Fotografiar con un objetivo rápido reduce a la mitad las dificultades técnicas, algo importantísimo en unas condiciones de trabajo tan complejas».
Franck dice que sus «mejores recuerdos» son del final del viaje en Mauricio, cuando tras días buscando en las aguas con un hidrófono (una sonda acústica) para oír los reclamos de las ballenas bajo la superficie, encontraron un grupo de 15 cachalotes.
Los cachalotes eran sujetos ideales para este proyecto, ya que son buceadores de récord que pueden sumergirse a profundidades de 3000 metros durante hasta 90 minutos. Descubrir a un grupo tan grande, en el que había madres y crías, durmiendo verticalmente superó todas las expectativas. Y al bucear aguantando la respiración, Guillaume, Franck y Julie no soltaban burbujas de aire y eran más silenciosos en el agua, con lo que pudieron nadar en silencio alrededor de los gigantes dormidos.
«Guillaume buceó hacia ellos verticalmente, con los brazos estirados para estabilizarse», recuerda Franck. «Yo lo seguí buceando con mi aleta. Todo se equilibró por sí solo. Hice todos los ajustes en la superficie. Me sentía confiado y la luz era mágica. Cuando miré las imágenes, me di cuenta de que era un regalo de la naturaleza».
La hora y media que pasó con el grupo es algo que Franck no podrá olvidar jamás. «Los cachalotes son muy especiales», comenta. «Mientras buceábamos, Guillaume y yo intentamos que el grupo nos aceptara y ambos sentimos que nos permitieron estar ahí y me dejaron tomar las imágenes. Fue un encuentro mágico en el océano Índico».