Cómo se las arreglaron
Para que las cámaras no dejaran de funcionar, el equipo tenía un pequeño generador que utilizaban cada pocos días para cargar hasta seis baterías para cada cámara. Para que el equipo no se mojara, las cámaras se guardaban en bolsas impermeables, aunque la humedad causó estragos, y el equipo descubrió que una forma perfecta de secarlas era meterlas en las bolsas de arroz que les habían dado los waiwai para comer.
Lo único que llevaban aparte de esto, era un portátil para descargar las imágenes de las tarjetas de memoria de las cámaras. Durante la parte del trayecto a pie, ocurrió una desgracia: el portátil dejó de funcionar. «A partir de ahí, solo pude grabar en las tarjetas que quedaban (tarjetas SD, mini-SD y micro-SD); por suerte, la EOS 5D Mark IV de Canon era compatible con ellas», nos cuenta Peiman. La menor velocidad de bits de la EOS 5D Mark IV de Canon y, por consiguiente, el menor tamaño de los archivos, en comparación con los de la EOS C300 Mark II de Canon, permitieron que se grabara muchísimo metraje en esas tarjetas.
«Al principio del viaje, grababa lo que quería, pero al tener el espacio limitado durante dos semanas, tenía que ser más selectivo a la hora de grabar», observa.